Debido a un inesperado y, afortunadamente no grave, problema de salud, no dispusimos a penas de tiempo para visitar Murcia capital y los alrededores.
Sólo pudimos pasear un día por el centro de esta ciudad que nos pareció precioso por su monumentalidad y muy agradable y dedicar otro día a Lorca, a donde fuimos en tren (estación a pocos metros de la casa) pudiendo disfrutar del paisaje sembrado de huertas con todo tipo de frutos.
Lorca, también nos pareció precioso, con gran monumentalidad también y muy bien conservada. El ambiente, en las calles, muy agradable.
El último día ,antes de volvernos para Asturias, estuvimos una semana,pudimos disfrutar y compartir con los murcianos (encantadores) una de las Procesiones de Semana Santa más importantes para ellos: aquella en la que procesionan los pasos creados por el brillante escultor barroco, Francisco Salzillo.
Fue lo único que pudimos hacer, desde el punto de vista cultural y de contacto con los super gentiles ciudadanos de esta región.
Todo nos agradó e impresionó pero, sin duda lo que más fue la casa donde nos alojamos, super completa, super práctica, super luminosa, super limpia y sobretodo, con una decoración super original y encantadora.
Pero, de todo lo que nos gustó, nos quedamos con su propietario, Juan.
Mi marido, mi hijo y yo, llevamos haciendo este tipo de turismo muchos años y, aunque siempre hemos tenido mucha suerte con las casas y sus propietarios, nunca habíamos dado con alguien como Juan.
Sencillamente, se vuelca, totalmente en sus huéspedes. En que se encuentren bien, en cualquier circunstancia; en informarles de todos los lugares de interés , culturales, gastronómicos, de ambiente...; en agasajarlos continuamente...
Llegamos a la casa bastante tarde el día de llegada (el viaje es largo), pues bien, nos tenía preparada una merienda-cena salada y dulce preparada por él exclusivamente para nosotros con productos típicos de la zona y con dulces de la mejor pastelería de la ciudad.
Nos preparó, el día de antes de nuestra partida, una paella super auténtica y deliciosa.
Y, por si esto fuera poco, el día de nuestra vuelta nos regaló una enorme bolsa de naranjas y limones, recogidos por él en su huerto esa misma mañana, para que estuvieran lo más frescos posible y una bandeja de productos salados y dulces en cuya elaboración él participó junto con una panadería de su confianza y, escondido entre todo ello, una cartulina de despedida decorada por él con su estilo personal.
¡Gracias por tu enorme generosidad y tu gentileza, Juan!